domingo, 10 de marzo de 2013

MECANICISMO, LIBERTAD Y GRACIA


Ciencia vs. ideologia
La ciencia desde el siglo XVII, siguiendo el sentido mágico de la visa establece una conexión entre causas y efectos lo más inmediata posible. La perfección de esta actitud consistiría en que las cosas sucedieras inmediatamente que nuestro pensamiento decidieran que ocurrieran.
Esto ocurre, por ejemplo,  cuando en la vida ordinaria queremos ir a un lugar, lo decidimos y nos ponemos en marcha. Para ello el centro de toma de decisiones del cerebro debe transmitir la orden a través del sistema nervioso al sistema óseo-muscular.
Si queremos ir lejos y tardar lo menos posible, inventamos automóviles o aviones. La técnica es el mediador que pone a nuestro alcance la realización de nuestros deseos. Esta actitud mental genera el hábito de la conexión fácil entre el pensamiento deseante como causa y la consecución de lo pensado como efecto. Si se rompe la conexión, es natural registremos un sentimiento de frustración o de fracaso. La ciencia y la técnica nos han mentalizado con la idea de que todo lo que deseemos  es posible obtenerlo e incluso de que tenemos derechos a exigirlo.
La actitud mágica ante la vida era como una anticipación psicológica a esta mentalidad. La magia se vale de medios inadecuados técnicamente para obtener su objetivo pero que produce dos efectos: motivar la creencia, lo que en la vida siempre facilita las cosas, establecer un nexo entre el mago y las personas, lo que proporciona una ayuda psicológica y por último una probabilidad de éxito en parte debido a la buena disposición subjetiva que sabe generar y en parte a la simple estadística. Un ejemplo  simplificado es como a la fórmula mágica “Sésamo!”, la montaña se abre. La conexión causa-efecto es inmediata, exitosa, reconfortante. Es mejor para el mago que entre los deseos expresados por la fórmula y el éxito transcurra un tiempo prudencial, porque entonces, la cantidad de factores aleatorios y de probabilidades de éxito se incrementan.
La técnica es la realización natural y ordenada de la magia que viene a ser su prehistoria. Esto se evidencia más nítidamente, en lo que se refiere al postulado ideal de que nuestros deseos quieren ser causas inmediatas de resultados inmediatos.
El individuo humano en medio del Cosmos tiene un poder muy limitado que afecta a su entorno más o menos cercano y que la técnica puede ampliar en cantidad e intensidad. Le queda pues, un infinito margen de situaciones que le afectan y sobre las que carece de conocimiento y de control. El aumento gracias a la ciencia de  su poder, fomenta el hábito de centrarse en lo que está en su mano y prescindir de lo que no está en ella.
Viñeta tomada de La tira de Malagón
Lo que está a nuestro alcance lo está no sólo individualmente sino por medio de los intermediarios sociales, el mayor de todos el Estado que tiende en el modelo de Estado del Bienestar a facilitarnos con el menor coste posible lo que no podemos conseguir individualmente o que nos sería menos cómodo obtener. Fuera de este espacio de feliz conexión entre causas y efecto, queda el horizonte a alcanzar colectivamente por el avance de la ciencia, de la técnica y de la organización social.
En estas circunstancias, Dios no hace demasiada falta porque los deseos materiales son más  menos cubiertos y el hábito de que el deseo alcance mecánicamente su objetivo tiene un alto índice de probabilidad.
La relación del hombre con Dios y viceversa no se guían por el modelo mecanicista propio de la magia y de la técnica sino por el modelo quede la libertad que tiene tres referentes: la gracia, el mérito y la responsabilidad.
El hombre debe saber que  de antemano todo le llega gratis, su vida y el entorno que le permite vivir, no es un producto de su acción ni de la humanidad en su conjunto. Las medidas precisas de gravedad, temperatura, atmósfera, etc. pueden variar muy poco y no depende de nosotros como tampoco depende nuestro nacimiento y muerte. En este sentido vivimos gratis, todo es gracia. Este hecho fundamental no lo interpretamos en el marco de una conexión causa-efecto, precisamente, porque se nos da gratuitamente, o sea sin una contraprestación por nuestra parte. En el contexto de la causalidad rige el principio de acción y reacción de modo que la causa sufre el efecto de su efecto, así el organismo vivo y su entorno interactúan y son causa y efecto, en las dos direcciones.
En el mundo de la gracia que tantas veces se ha comparado con la acción del sol, el sol nos baña de luz y calor sin pedirnos permiso y sin coste. Nosotros apenas podemos afectarle. La luz y la bondad de Dios son así e independientemente de que se crea o no la recepción de bienes en esta vida que nos permiten vivir ni dependen de nosotros ni podemos pagar precio por ellos.
Existe pues dos territorios, el de la gracia y el de la causalidad cuya prehistoria es la magia y cuya realización es la técnica.
Una consecuencia de esta realidad es que la gracia y la magia se mueven en terrenos no sólo distantes sino antagónicos. Si los efectos conseguidos son por arte mágica no son por gracia. La gracia no admite mediadores en este sentido. Todo es gracia significa que también las facultades humanas con las que alcanzamos ciencia y técnica son gracia. Las artes mágicas escapan de la gracia y de la ciencia porque se mueven en la irracionalidad entre la superstición y la probabilidad.
Es notable que esta condición del hombre en el Cosmos no se rija por una lotería imprevisible en donde los criterios racionales o morales estén excluidos sino que el sol permite la vida, la luz ilumina la oscuridad, la fotosíntesis oxigena la atmósfera y todo lo demás. Todo está ordenado hacia una finalidad biológica que además en el caso humano genera el mundo del sentido y del proyecto.

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