viernes, 28 de octubre de 2016

La metafísica latente

 Artículo publicado en el periódico Ideal, octubre de 2016

La metafísica en estado latente, siempre intenta romper la cáscara de la superficialidad.
El postureo o el hacer “como si”, los guiños a la audiencia presente, son el eje de la balanza de precio/coste” o de “sí/no”, en la economía de mercado, es una forma gestual de la sofística que viene ya registrada desde Aristóteles.
La metafísica es la cosa más seria del mundo, dicen, da miedo, huele a naftalina, crisantemos marchitos y a la carne asada de los crematorios. Un violín, sacraliza el momento y provoca una lágrima.
Creo, a pesar de los pesares, que el pensamiento metafísico es de índole genética. La prueba la tenemos en esas mareas de estudiantes y profesionales de difícil colocación, que se atreven a poner la etiqueta de “Podemos” en todos sus frascos.
Curiosa denominación para un partido que se generó en las barricadas-como si lo fueran- y desembocó en una madeja de difícil desenredo.
“Podemos” es una expresión metafísica y sobre todo teológica. Nos remite nada menos que al Evangelio y a la metafísica de lo posible en Leibniz. Todo esto no se puede decir en román paladino porque las orientaciones de la política docente no dan mucho aire a la manía de pensar. Ni siquiera los intelectuales de izquierda saben muy bien si Kant escribió una “Crítica de la razón pura” o más bien una Ética. Será que no tienen ningún sexenio y no tienen tiempo de pensar con tanta burocracia y casillas de verificación.

Es horrible eso de “podemos”, porque tras la etiqueta hierve la conciencia del tiempo, el sentido de la posibilidad y el “puedo porque quiero”.
Tras “podemos” hay mucha matemática, mucha geometría curva y mucha ambición de que lo posible debe fraguarse en la mente e ipso facto, materializarse, ya.
Me alegra esta reactivación de la metafísica, aunque sea con otras emociones y pasiones.
El infinito mundo de los posibles es una verdad matemática que es muy anterior al mundo finito de lo fáctico que no es exactamente lo real. ¿Por qué va a tener más realidad la yerba que se seca y se quema en un día que el número pi que es eterno?

La posibilidad es la cosa más seria del mundo pero no la más funeraria. La vida es esencialmente posibilidad y como escribe Emilio Lledó, memoria.
Las posibilidades de cada cual, no se ven ni se tocan con los dedos con los que descortezamos los langostinos sino que se palpan en la memoria.
La memoria es una maravilla que ni siquiera desaparece cuando se pierde. En un caso extremo, quien pierde la memoria, no lo recuerda.
Ese creer que vendrá mañana, que mañana puedo hacer esto o lo otro, que mañana tal vez encuentre un trabajo indefinido, tiene la característica de la metafísica pura y dura.
Estas cosas son para tomárselas en serio, porque sólo en la ilusión por el mañana, puede brotar la alegría.
La alegría es la esencia del hombre, lo que nos advierte de lo difícil que es subirse a ese podio y lograr un “oro”. Creer que habrá mañana y trabajarlo anticipadamente en la memoria es crear literalmente algo de la nada, algo divino.
“Possumus” (podemos) surge en el Evangelio como un caso de prevaricación y tráfico de influencias en grado de tentativa. La respuesta de Jesús es la adecuada: “No sabéis lo que pedís”.
Este es el problema ¿Se sabe lo que se pide cuando se pide lo imposible?
Me parece bio-psíquicamente, sano que los jóvenes quieran lo imposible antes que lo posible porque en su adolescencia- prolongada por la reforma laboral, lo imposible es más gratificante que lo posible.
¿Por qué pedir lo imposible cuando lo posible es lo único que existe? Es imposible que una cosa sea a la vez y al mismo tiempo, lo que es y lo que no es. Pedir lo imposible es perder el tiempo.
El tiempo y la memoria del tiempo, es el don más precioso del que gozamos. Sólo los humanos, tenemos calendarios, relojes y agendas electrónicas, porque sólo nosotros sabemos que mañana puede venir, con bastante probabilidad, y hay que construirlo anticipadamente.
La dialéctica y su forma noble, la retórica, son tecnologías de la democracia. Se trata de convencer, no de vencer. El problema emerge cuando se da el caso de que te convencen de algo falso, de que la autopista que va a la Coruña, no va a la Coruña sino a los Balcanes.
Torrespacheco,
La diferencia entre una dictadura y una democracia, consiste en que  las democracias te dejan equivocarte, te dan libertad de decir la verdad o no. Las dictaduras, pocas veces te mienten porque el garrote y los bastos son la materialización del cetro.  Hay que elegir entre libertad o muerte. Es la libertad, la que debe administrar la seguridad.

La necesidad que tienen las formas democráticas de engañar es inmensa. La prueba esta en que nadie reconoce que engaña. Una demostración del prestigio de la verdad. El tema de la verdad es un capitulo central de la metafísica.
Todos estos conceptos, están en la calle, en las redes sociales, en las tertulias y en las discusiones familiares. Es la metafísica latente, inextinguible.




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