viernes, 28 de octubre de 2016

Lo que no se puede y además, es imposible

Artículo publicado por el periódico Ideal, octubre de 2016


Se puede ser materialista, entusiasmarse con la Naturaleza y amarrarse “a lo que hay”. El materialismo se presenta como progresista porque entiende el progreso como más de lo mismo. Más carbón, más acero, mejor distribución de lo que se toca y de lo que se ve.
El idealista prefiere apegarse a lo que no se ve ni se puede verificar. Los políticos y los negociantes aspiran a conseguir poder y dinero. En principio, son unos verdaderos pobres de espíritu, porque desde la nada de ser candidato o emprendedor que comienza, aspiran a satisfacer su ego y acumular bienes y dinero. Creen que pueden hacerlo y, contra la evidencia de su presente actual, que les señala como simples ganapanes, conceden el mayor valor a lo que no ven ni pueden tocar, por el momento.
Lo que no se puede, a la vez y al mismo tiempo, ser materialista y conservador de lo suyo e idealista y  ponerse a inventar el futuro. Es cierto que a nivel de dialéctica tertuliana se puede esto y mucho más. Lo que no se puede, es “hacer” eso que se dice. Lo contradictorio es imposible y lo imposible ni existe ni puede existir. Por lo menos de tejas abajo.

      Esta perorata en torno al sentido común viene a cuento de la llamada “ideología de género”.
Comprendo que alguien se sienta feliz con los animales, que les tome un afecto que no saben dar a las personas. Lo comprendo, porque cada uno administra su vida, según le permite su capacidad. Las Ciencias Naturales, la Biología y la Ecología son parientes cercanos.
Ahora, mantener el amor a la Naturaleza y al progreso científico y, al mismo tiempo, decidir que uno pertenece a la especie animal que le sugiera su libre opción, es algo superior al entendimiento de más alto nivel.
 Cabe, incluso, que haciendo “de todo el año un carnaval”, solicite entrar en la manada de cebras o en el ejército de las hormigas. Puedo querer y lo quiero, ser cómo decía Empédocles, que en otro tiempo fue: “muchacho y muchacha y pez mudo en el mar”.
Amar la Naturaleza y romper sus leyes más obvias, es una contradicción material, formal, real y lo que quepa en la clase de las contradicciones.
Si además se intenta dar una aureola científica a esa ideología, que más podemos pedir. Un regreso de la “cantante calva” y de “la loca de Chaillot”.
En la década de los sesenta empezó esta historia, introduciendo el tema en algunas universidades norteamericanas, luego vino el apoyo de la UNESCO y de todos los organismos especializados de naciones Unidas.
El paso siguiente fue la introducción en los textos infantiles de los conceptos básicos de “género”, “opción libre”, etc. Ya no digamos el adoctrinamiento de los pequeños que no distinguen “gustar” de “amar”,
De ahí pasamos a la formación de un lobby, cuya influencia pasa por todas las escalas sociales, especialmente las cercanas al poder y al dinero. Se trata de conseguir a medio plazo, que la “opción libre” sea de obligado cumplimiento. Una opción, unida a otras que propician la cultura de la muerte.
¿Cómo es posible que los científicos, que saben lo que vale un peine, hagan oídos sordos a esta ideología? ¿No está claro que los comportamientos que llevan a convertir la especie humana en una especie a extinguir, se miren con indiferencia o hasta con entusiasmo?
Decía Voltaire que  “la opinión pública es el motor de la historia”. Este aforismo que refleja el ambiente en los medios cercanos a la Enciclopedia, en los salones exquisitos de las “Madames” y en las antesalas de los reyes, tiene más fundamento en la sociedad mediática y digital en la que vivimos. Quien controla el satélite controla hasta el color de los calcetines,  de  “l'uomo qualunque”.
Lo más positivo de la “opción libre” es el respeto para los que no piensan lo mismo.  
No es fácil, con todo, conseguir superar la vocación de poder que tiene la ideología de género.
Un signo negativo de esta tendencia es que parecen convencidos de la verdad absoluta de su argumentario, lo que excluye a los disidentes del mundo de las artes, la ciencia y de la política. 

Los medios de comunicación especialmente la televisión son un exponente cotidiano de la “normalización” del género. No sólo en España pero sí con más intensidad en nuestro país.
La historia, gracias a Dios, es bastante imprevisible, lo que no quiere decir que no se deban prever, parcialmente, algunos acontecimientos. A la postre, el resultado siempre tiene un elemento de sorpresa.
La crisis económica, el “yihadismo”, la masiva inmigración desde el Tercer Mundo, nos advierte de que hay un nuevo giro, precisamente en la opinión pública occidental.
Hay algunas opciones: La reforma del modelo económico que sustituya-en la medida de los posible- los “minijobs”, una política de fomento de la familia y la natalidad, una discriminación positiva de las familias numerosas que son las que suministran cotizantes a la seguridad social, una educación que no se limite a destrezas y habilidades sino a formar personas, todo ello y muchas otras medidas similares, son las únicas que permitirían afrontar el desafío del futuro.

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