viernes, 26 de febrero de 2021

La política es el arte de lo que no se ve

 Artículo publicado en diciembre de 2020 en el periódico Ideal

“La política-ha dicho Pablo Iglesias en TV- es el arte de lo que no se ve” Es una gran metáfora que indica el talante poético del autor, aquel talante que hace de las palabras las armas de la revolución.

Toda revolución se ha hecho con palabras que impregnan la conciencia de la gente, que repetidas una y mil veces quedan normalizadas en el subconsciente colectivo.

De todos modos en las revoluciones hay siempre un hilo conductor que lleva al corazón y en este caso, el corazón habla de justicia, entendida como igualdad.

Dadas las enormes desigualdades que se dan entre los pueblos, las culturas y las personas, predicar la igualdad es predicar el cambio y para quienes no tienen nada que perder, el cambio parece ser de justicia, término que es en definitiva lo más parecido a la verdad.

Hay un recurso fácil para intentar desmontar ese montaje ideológico construido con mimbres tan humanos y tan llenos de metafísica: Mostrar la incoherencia de los predicadores. Ese recurso es muy barato porque en razón del pecado original todos, absolutamente todos somos desiguales e injustos y además, padres de familia.

El fondo del asunto es que en general los predicadores de lo que no se ve, porque la igualdad es precisamente lo que no se ve, tienen una fe irrebatible en que las leyes de la Historia van a darles la razón porque eso lo dice la Ciencia de la Historia.

No importa que las revoluciones fracasen una tras otra dejando atrás montañas con millones de muertos, mucho sufrimiento y desolación porque el final está asegurado y se trata de retrocesos elásticos que decían los estrategas de Hitler.

Todos los revolucionarios son iguales en esto y todos son desmentidos por la prueba de fuego de la historia que es la piedra filosofal de si una idea vale o destruye.

En el contexto de nuestra actual situación calamitosa por la pandemia y por la ausencia de liderazgo efectivo, dichas palabras podrían indicar que algo se cuece entre bastidores. Tal vez estemos ante una paranoia conspirativa que complace a tantos por espíritu “masoca”.

Me gusta ver el lado noble de esa ideología que iguala, arrasando. Me gusta ver como la mente humana vive justamente de pensar posibilidades que no existen y que no se ven pero que llevan tras de sí la carga de lo imposible.

Esta es la cuestión: las infinitas posibilidades si se aplican al espacio-tiempo, se convierten en imposibles salvo en un caso: que se acierte en aquella posibilidad que además de ser posible, es factible.

Si comparamos la España de 1936 con la actual  salvo la tortilla de patatas y la paella valenciana, es difícil ver parecidos importantes y sí grandes desemejanzas que asombrarían a nuestros padres y abuelos.

La columna vertebral de la patria es un complejo de empresas profesionales integradas en alianzas internacionales. La soberanía nacional viene a ser una autonomía entre otras veintisiete, dentro de la Unión Europea.

 El número de universidades se ha multiplicado por cuatro y  la renta per cápita-a pesar de la pandemia-algo parecido. La agricultura es un sector minoritario y el analfabetismo de existir es genético o voluntario.

Ahora, veamos, Sr. Iglesias como funciona la contradicción principal y las secundarias y qué método vamos a utilizar para que un golpe de estado pase por ser un mero golpe de mano. Veremos lo que de hecho cabe hacer porque la política no es como decía Bertrabd de Jouvenel, el arte de lo posible sino el arte de lo factible, lo cual exige acercar la infinitud de los deseos a la limitación del terreno en donde no sólo estoy yo y mis metáforas sino los otros que piensan distinto de mi y que no pretenden tener toda la verdad y menos creer que la historia es previsible.

 

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