domingo, 10 de marzo de 2024

El colapso oceánico y la política ambiental

 Articulo publicado en el periódico ideal, febrero de 2024

Investigadores de la Universidad de Utrecht, han publicado en
“Science” los resultados de un experimento de simulación con modelos
climáticos cuyo informe es espectacular.
Según el artículo, debido a la circulación oceánica del Atlántico
meridional, estamos a punto de colapsar su papel de regulador del clima.
Se espera un enfriamiento en Europa de 2ºC cada diez años.

El cambio climático muestra más efectos negativos: Octubre de 2023 fue el  más caluroso desde que se tiene registro - Radio Duna
Con ocasión de esta novedad, es preciso replantear nuestras inercias
sobre un tema que preocupa a todos.
La cuestión climática es un ejemplo de como la ideología y los
intereses que la publicitan, conducen al olvido de los elementos más
sensibles del bien común.
Vaya por delante que, releyendo la geología, el planeta Tierra ha
sufrido períodos de glaciaciones y calentamientos globales en gran
número cuyos testigos son los estratos geológicos respectivos.
En uno de esos calentamientos globales, la especie estuvo al borde de
la extinción, sobreviviendo en las costas de Sudáfrica, con menor
temperatura. Es obvio que no había contaminación ni sistema productivo
que la generara.
Ahora nos encontramos con una situación semejante a la de los
principios de la Revolución industrial: las máquinas desplazaban a
hombres, mujeres y niños en los telares ingleses que usaban como
materia prima la lana que venía de Castilla.
Cabía un punto de vista positivo: las máquinas mejorarán la condición
del trabajador y mejorarán el nivel de vida del conjunto. Eso ocurrió
desde luego, pero dos siglos después, y con un índice de mortalidad muy
alto por agotamiento, enfermedades, explotación, etc.
En este punto nos encontramos en el tercer milenio, con un período
intermedio de transición ecológica en el que desde hace muchos años se
ha creado una conciencia mesiánica y apocalíptica que propagan a la vez,
opaco mestizaje, los activistas idealistas sacrificados y las eléctricas,
junto con los partidos de izquierdas.
De oficio, lo que en principio eran orientaciones y recomendaciones,
se convierten en condenas que dividen a la ciudadanía en
“negacionistas”, “medionegacionistas” y “proclimáticos”, lo cual llega
hasta los currículos, las memorias y las tesis.

Esta presión claramente ideológica, choca con la realidad de la vida.
La planificación desde los despachos no es sólo propaganda sino un
intento de diseñar la vida según los proyectos en donde se especifican
las fases del proceso hacia un mundo libre de metano, el ideal de la
civilización humana.
Sin metano, sobran vacas y desde luego hombres, que también
difunden metano, no se comerá carne sino verduras que es más sano
porque lo han dicho miles de médicos.
La conciencia moral ha encontrado un nuevo fin último: el planeta y la
biodiversidad.
Los lobos son intocables, los corderos, no, el carbón y las nucleares
deben ser denunciados ante el Tribunal de la Haya.
Entonces surge la reacción del sector primario, del transporte que
tienen que cargar con el coste de la transición y a sumar todos los
ciudadanos que ven los recibos de la luz y de la alimentación, triplicados
en poco tiempo y una crisis alimentaria que llega hasta las ONGs y los
Bancos de alimentos.
¿Es humano que con el sueldo mileurista se lleve a la población a la
desnutrición?
Los mayores contaminantes, China, Rusia, USA, desoyen las
admoniciones. Dicen que las víctimas son los países pobres, pero el aire
de África está más limpio y es más azul.
El cambio climático, éste como tantos otros, debe ser afrontado con
las armas que nos dan la tecnología y el sentido social.
SI se funden los glaciares, lo positivo es pensar que habrá más agua.
Si no llueve, fabricaremos agua, si los países árabes contaminan,
inventaremos nuevos combustibles.
Pero el planeta es para el hombre y no, el hombre para el planeta.

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