domingo, 6 de julio de 2025

Guerras perdidas

 

Artículo publicado en Ideal, junio 2025


Las guerras no debieran comenzar nunca porque son una

contradicción dentro de la propia especie humana. Demuestran, más aún

con la técnica, que la especie humana puede destruirse.

Si, a pesar de todo es necesario iniciarlas, deben ganarse. Lo que

Perogrullo no admite es empezar una guerra que se sabe no se puede

ganar.




Aquellas “operaciones especiales” que ponen en jaque la integridad

territorial o cultural de una nación, sólo se pueden ganar si, por vía de

exterminio, se consigue hacer desaparecer tal nación.

Nuestra Guerra de la Independencia es una prueba. No importa la

superioridad numérica o militar del invasor. Este hecho está en razón

directa del espíritu del invadido, que carga en sus maletas una historia,

una civilización y una cultura.

Las guerras en el presente tratan de ahorrar vidas humanas,

poniendo el acento en la guerra híbrida, en los ataques masivos con

drones y misiles balísticos. No siempre se consiguen resultados. Fuentes

de la propia Rusia, elevan a dos millones de muertos entre rusos y

ucranianos. La nación invadida suele echar mano de guerrillas, al estilo

del Mossad israelí. Así los ucranianos atacaron y destruyeron cuarenta

bombarderos rusos situados a miles de Kms. Esto suele ocurrir cuando

hay una gran desproporción entre el invasor y el invadido. Sucedió en

España, en Viet-Nam, en Afganistán, en la Yugoeslavia de Tito frente a los

nazis.

Un caso que da mucho que pensar es la situación bélica en Oriente

Medio.

Más de año y medio masacrando infraestructuras y población por vía

de bombardeos y de hambre, pienso sencillamente que Israel no ha

conseguido un control efectivo de la franja de Gaza.

Sigue habiendo un Gobierno, unos Ministerios, unos negociadores,

unas milicias armadas y más de cincuenta mil muertos y cientos de miles

de heridos y desplazados.

La guerra se desvía hacia el Norte, con bombardeos masivos en el

Sur del Líbano, en Siria (Damasco) y esta semana en el propio Irán.

Tal vez los israelíes estén dando palos de ciego, aunque son muy

precisos en eliminar personas, pero puede que una ola de frivolidad

empuje desde Washington a “mayores empresas”.



Ganar una guerra exige ocupar el territorio y quedarse. Este es el

problema: la idiosincrasia de la población, en este caso el islamismo, la

historia y la etnia.

Se dice pronto desalojar Gaza y construir una Costa Azul de casinos y

hoteles.

Ni la guerra de Ucrania se acaba en una hora ni la invasión del Irán:

Restaurar al hijo y sucesor del Sha, Reza Pahlevi, es más un problema

que una solución.

La raíz étnica, cultural y religiosa en toda el área, le hace impermeable

a la democracia occidental. Cuántas veces se intentó, se fracasó.

Estamos hablando no sólo de personas sino sobre todo de tribus.

Queda en pie el supremo argumento de la supervivencia de Israel en

un territorio tan estrecho desde el Jordán al mar. Problema paralelo el de

la Gaza de Hamas.

Dicen los hebreos que la población de Gaza son todos terroristas.

También lo fue el Vietcong, y en la opinión de Trump todos los

emigrantes, los universitarios y los periodistas.

Tendencia peligrosa que nos acerca mano a mano al contubernio

judeo-masónico y la máquina del fango.

La vieja sentencia “Si amas la paz, prepárate para la guerra” funcionó

en la guerra fría por miedo a la guerra nuclear. Hoy, una sola bomba de

reducido tamaño, lanzada desde cualquier punto del espacio geopolítico,

hará desaparecer los Santos Lugares.

La fe y el espíritu no ofrecen diana a tal barbarie.

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