martes, 27 de julio de 2021

La patria del matriarcado

 Artículo publicado en el periódico Ideal, julio 2021

No estamos tan lejos del pasado como para olvidar que, si los senadores romanos mandaban en Roma, sus mujeres mandaban a los senadores.

 ¿Vamos a una patria de matriarcas?

 ¿Vamos a ser más felices si las dulcineas gobiernan el mundo?

La tesis feminista extrema nos quiere convencer de que la mujer aportará a la política su dulzura, su intuición y su capacidad expresiva. De ahí resultarán transformaciones beneficiosas.

La feminidad afectará a los ejércitos, hará más difíciles las guerras y su ternura hará de este mundo crispado, competitivo y difícil, una colmena donde todas serán abejas reinas.

Un reino de mieles y bienes.

Para alcanzar ese ideal que no lo considero imposible hará falta “retocar” algunas leyes y principios.

El primero de ellos y principal es el de igualdad que marcó la caída del Antiguo Régimen y nos trasladó a una democracia de varones de alto nivel de renta.

Es mérito del feminismo darse cuenta de ese pequeño detalle y desde el siglo XIX lucharon las mujeres por el sufragio universal y directo. Y lo consiguieron, aunque en el siglo XX.

 

Sin embargo, una cosa es la democracia formal y otra la real. Así los parlamentos, los Consejos de Administración y los Estados Mayores todavía son abrumadoramente masculinos. Se ve venir un horizonte de lucha para que esto cambie y las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres para alcanzar cualquier puesto directivo.

 

El tema de la igualdad, es desde el punto de vista de la lógica del lenguaje, arduo y difícil como cada día podemos comprobar en nuestra TV. Observen sin embargo que todas las series y películas en donde las mujeres suelen ser protagonistas, espías, pilotos y jefes de estado, en ninguna de ellas se emplea el lenguaje inclusivo. En ninguna película europea o americana se oye algo así como: “periodisto”, “madamo” o se atrevan a cambiar el género del sol, la luna y las estrellas. Por algo será.

 

La igualdad es, tal como se entiende, aritmética. Todos valemos para todo y para toda categoría laboral. La libre competencia y la economía de mercado tiende a corregir aquel principio de igualdad aritmética que ni Kant ni Hegel se atrevieron a suponer, pero sí la señorita Yolanda Díaz.

Estamos viendo con estupor que el género funciona de modo imprevisible. Las víctimas suelen ser mujeres, pero a veces, también varones. Depende del interés mediático.

La inclinación al mal no conoce de géneros ni sexos, pero sí de las modalidades de su ejercicio.  Creo que por razón hormonal: los varones tienen nueve veces más testosterona que las mujeres.

El varón, no cultivado, tiende a la acción directa y a la fuerza física. Las mujeres-las mal inclinadas- a la acción indirecta y al maltrato psicológico, que también emplean los varones.

Esto sólo puede ser compensado con el crecimiento en la virtud que pone a las hormonas donde tienen que estar y no donde menos debieran. La Ley Celá protege la espontaneidad de los niños, pero no su autodominio.

Hubo culturas, pocas, que establecieron el matriarcado. La razón no es política sino de corte machista.

En ciertas culturas en las que se incluyen algunas del lejano Oriente, apenas nacen mujeres porque sufren el “bulling” antes de nacer. La feminidad es tan poco valorada que las familias prefieren varones. Por eso en la China actual faltan trescientos millones de mujeres y el gobierno ha decidido permitir que la familia pueda tener tres hijos sin cargar con la multa consiguiente.

 Hubo matriarcado donde el infanticidio de las féminas, hacía preciso “colocar” múltiples maridos para una hembra.

La Naturaleza tiende a equilibrar el número de los individuos de ambos sexos, pero no cuenta con la opción de género, el paro juvenil, el precio de la vivienda y la baja natalidad.

El factor cultural frena al instinto que sólo encuentra un respiro en los jardines de la ideología.

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario