domingo, 6 de noviembre de 2022

Persona e Institución

 Artículo publicado en el periódico ideal, octubre 2022

Cuantas veces no nos hemos preguntado ¿es la estructura la que hace al hombre o es, a la inversa, el hombre quién hace a la estructura.?

Si preguntamos a un ingeniero, no le cabe duda: Es él en persona, el que elabora estructuras. Un empresario respondería igualmente: su empresa, grande o pequeña es un sistema económico, una estructura ya no material sino social y económica.

Los historiadores y los teóricos de la historia contestarían según la ideología que les respalda.

Estamos asistiendo estos días al funeral de estado de la Reina Isabel II, la abuela del mundo.

Es un ejemplo, una “muestra” privilegiada que nos puede ayudar a reflexionar sobre el asunto principal con que hemos iniciado el artículo.

Una dama que ha gobernado a través de tantas épocas y circunstancias, parece que está más allá de los tiempos, por lo menos parcialmente.

De Churchill a Boris Johnson, no es que haya mucha diferencia, sino que el mundo de uno y otro, parecen mundos distintos. Sin embargo, en el caso inglés, hay un cemento de unión entre ambos mundos que es, podríamos llamarla así: “la tradición aceptada”.

Los usos y costumbres de los pueblos germánicos, que no padecieron la Revolución son una ley no escrita que nadie se atrevería a romper, simplemente porque no sería “correcto” (proper)

En el gobierno de un país anglosajón, lo incorrecto no se perdona. Fue el caso de Nixon, de Eduardo VIII, tío de Isabel II o del mismo Boris Johnson.

Para que este sistema funcione es preciso que el pueblo lo asuma como propio que es, la suprema razón de legitimidad de todo gobierno.

El pueblo lo asume hasta tal punto que sería, hoy por hoy, incorrecto, plantearse un referéndum sobre la Monarquía.

A ello se añade que la ejemplaridad no sólo de esta reina sino de su Padre Jorge VI han marcado casi un siglo de historia.

¿Podemos sacar alguna enseñanza útil para nuestra propia situación?

A la pregunta sobre la estructura, el general Franco en persona, se inventó literalmente una estructura que no sobrevivió a su desaparición, porque las instituciones no se inventan, sino que nacen y con más o menos longevidad, desaparecen.

La Monarquía constitucional que vivimos nació por aclamación unánime tras ser votada y refrendada, en 1978.

Y la verdadera pregunta es ¿El pueblo español la asume como propia o no?

Esta pregunta no se mueve en el área de las leyes o incluso de la Constitución, sino en lo más profundo de las conciencias y los sentimientos.

En España hay muchos republicanos, pero su república es nostálgica y /o especulativa.

Con la pura racionalidad se puede discutir qué forma de gobierno es mejor o peor sobre el papel que lo aguanta todo, pero sobre la vida real, no.

En la vida real no se pide al monarca que baje los precios, porque ni puede ni es lo suyo. Se le pide que encarne en su persona, el sentir del pueblo del cual representa su unidad, su estabilidad y el funcionamiento de sus instituciones.

Nuestra historia abunda en reyes con personalidades distintas y en algún caso, complicadas. Introducir otro sesgo “ad experimentum” o impostar otra dinastía como el caso de Amadeo de Saboya; eso aquí no funciona.

Cuando las cosas funcionan, por lo menos dentro del caos europeo como decía Ignacio de Loyola “En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”.

Observad, en Inglaterra ha habido escándalos. La institución resiste.

 

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