jueves, 4 de julio de 2019

¿Sabemos qué es “fascismo”?

Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, julio de 2019



Hace décadas que no aparece en España en la escena pública un fascista  en sentido estricto. Los que nacieron en Democracia ya son gente madura y del fascismo conocen la palabra a la que se da significaciones varias según la conveniencia.
Da la impresión, sobre todo en tiempos calientes que todo el mundo llama “fascista” a todo el mundo
De Rivera se ha dicho que es “joseantoniano” y en consecuencia se lava con lejía por donde ha pisado. También se habla de extrema derecha no solo refiriéndose a Vox sino a los que pactan con este nuevo partido. Los “escraches”, acosos personales violentos, son habituales en la izquierda y sus víctimas denunciados como “fascistas”. También son fascistas  las acciones directas de los independentistas contra sus conciudadanos que  se atreven a rotular sus comercios en castellano.
El término “fascista” tiene un gran prestigio como arma arrojadiza como un exorcismo para todos aquellos que piensan distinto y que se sospecha que si alcanzasen el poder impondrían a los demás sus “neuras” y sus pulsiones.
Un término que vale para todo deja de tener un sentido y viene cargado de contenidos emocionales.
El fascismo es históricamente un movimiento de intelectuales, políticos y sindicalistas que aparece en la convulsa Italia de los años 20 sumida en la crisis económica y social.
El Manifiesto que se publicó en la prensa italiana de la época, lo firmaba el filósofo Giovanni Gentile que  era un neohegeliano que formuló una concepción estatalista, laica y socialista adaptada a la historia de su país, al nacionalismo garibaldino y que siempre se acomodó en el marco de la Casa de Saboya.
Por razones coyunturales Benito Mussolini que iba bastante por libre acabó aliándose con Hitler y el Tercer Reich en el llamado “Pacto de Acero”.

El fascismo en su acción política revolucionaria usaba métodos violentos heredados del sindicalismo anarquista, del pistolerismo callejero que también vivimos aquí, en el primer tercio del siglo XX.
Podríamos resumir su concepto diciendo que el fascismo italiano era una concepción que aspiraba a militarizar la vida civil en torno a los valores de orden, jerarquía y autoridad. Quería representar una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo en torno al nacionalismo que en Italia evocaba la idea de Imperio.
La noción de “estado de derecho” fue considerada, a imitación del comunismo como una fórmula burguesa de democracia formal. La alternativa era lo que se denominaba en Francia y España, democracia orgánica, que ciertamente era la cobertura propagandística de la dictadura.
El fascismo tenía una estética muy marcada  en donde la fortaleza física, los valores de honor, gloria y lealtad eran claves.
La misma expresión “facha” que pienso procede de “fachada”, subraya aquellas vestimentas y gesticulaciones que ni eran propiamente militares ni tampoco civiles.  
Mussolini que venía del socialismo, era laico y no se apoyó en la Iglesia que tuvo en tiempos de Pío XI, la habilidad de campear el temporal  mientras pudo.
No obstante Pio XI, consiguió tres cosas importantes: Promover la Acción Católica que aun siendo un movimiento apostólico ligado a la jerarquía, cubrió los primeros intentos de Democracia cristiana.
Otro éxito históricamente decisivo fueron los Pactos de Letrán que zanjaban la cuestión romana y daban a la Santa Sede el estatuto jurídico de estado independiente.
El tercer hecho importante fue la Encíclica “Mit brenneder Sorge” en donde Pío XI de la mano de su  secretario Paccelli hizo la condena del nacionalsocialismo más explícita y contundente que se había hecho hasta entonces.
El modelo fascista, su estructura de Partido único, el rodearse de intelectuales, la organización de las juventudes, tuvo gran influencia sobre el nacionalsocialismo y sus “franquicias” en la Europa del Este, en el Régimen de Vichy y en la España de Franco.
Se ha discutido si el franquismo era un fascismo o un régimen autoritario. Estas dos definiciones, no reparan en las fases de su evolución histórica.
El fascismo de Italia y el nazismo de Alemania no surgieron de una guerra sino de una crisis.
España crea un estado nuevo como necesidad de articular políticamente la victoria del Ejército sobre la República.
Por tanto la categoría más definitoria del nuevo estado es el de ser una obra personal, de un militar prestigioso, cuyo objetivo principal era restablecer el orden público reduciendo todo asomo de disidencia política o sindical. Por tanto autoritario, sí lo era.
La posguerra española coincide con el principio de la II Guerra Mundial y sus avatares lo que llevó a Franco a modular las formas que  fueron imitaciones del fascismo italiano hasta la destitución de Serrano Suñer, el Ministro de Exteriores más cercano a Hitler.
A medida que se veía la dificultad de que los alemanes ganaran la guerra, comenzaron las negociaciones con los aliados y fueron desplazados los elementos más progermánicos, siendo sustituidos por militares o civiles.
En realidad nunca la Falange controló al Estado y cuando Hedilla lo intentó, fue condenado a muerte, pena que le fue conmutada.
En 1953, después del Congreso Eucarístico de Barcelona, se rompió el bloqueo internacional. Se firmaron a la par, los pactos con los americanos y el Concordato con la Santa Sede que tuvo que esperar catorce años si contamos desde el final de la guerra.
Tal vez podamos asimilar nuestra historia olvidando los períodos oscuros que los historiadores ya dieron suficiente tratamiento forense.



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